miércoles, 21 de noviembre de 2007

ESTRÉS DOCENTE

“NO DOY MÁS”

¿Cuántas veces escuchamos esta frase en la escuela?
Surge como una respuesta espontánea dentro de un contexto de crisis provocada por alguna de estas razones:

Violencia y tensión en el aula.
Elevado nivel de autoexigencia.
Pérdida de autoestima.
Desprestigio del rol.
Presión de los directivos y de cambios curriculares.
Falta de valoración de la profesión.
Exceso de horas de trabajo.
Creciente insatisfacción y cansancio por la tarea.

Ante estos sentimientos, algunos logran sobreponerse. Pero, a veces, el problema persiste, se agudiza y deviene esa sensación de “no doy más”. Es el comienzo del estrés.

¿Cuáles son los alertas?

Falta de concentración, fatiga intelectual y desgano.
Insomnio y agotamiento.
Querer estar a solas.
Falta de rendimiento intelectual y físico.
Angustia, depresión o tristeza.
Nerviosismo, ansiedad, impaciencia y malhumor ante situaciones insignificantes.
Acidez estomacal y alteraciones en la digestión.
Frecuentes dolores de cabeza.
Dificultades bronquiales.
Dolores de espalda, de garganta, contracturas, y tensión en hombros y cervicales.

¿Cómo superar el estrés?

Adoptar hábitos adecuados ayudará a prevenir el estrés antes de que se altere nuestra vida. Es muy importante proponernos metas a cumplir… ¡y cumplirlas!

Enfrentar las situaciones ubicando dónde está el problema.
Reflexionar sobre qué es lo que nos produce más enojo y preocupación.
Pensar en positivo y preguntarnos, entonces, qué es lo que nos alegra, y enfocar la vida y nuestros pensamientos hacia esa dirección.
Descansar todo lo que sea posible, y dejar de hacer lo que no es imprescindible.
Entender cuáles son los conflictos y cuánto depende de nosotros superarlos.
Saber pedir ayuda. Si aparecen las contracturas o nos despertamos pensando en el trabajo, hay signos de estrés.
Aumentar nuestra tolerancia a los conflictos permitirá controlar el punto de partida desde el cual se disparan.
Practicar regularmente un deporte ayuda a descargar la tensión y nos aleja de los problemas. Pero cuidado con llevar nuestros conflictos al gimnasio.
Dedicar el tiempo libre para hacer lo que nos guste: leer, escuchar música, visitar amigos, ir al cine, salir a pasear o a tomar algo.
Aprender a disfrutar cuando no hacemos nada, y entender que eso no significa “perder el tiempo”.
Controlar el cuerpo con ejercicios de relajación y de respiración.
Mejorar en lo posible la comunicación con los demás.
Administrar y planificar nuestro tiempo libre.

Editorial Kapelusz-norma