“NO DOY MÁS”
¿Cuántas veces escuchamos esta frase en la escuela?
Surge como una respuesta espontánea dentro de un contexto de crisis provocada por alguna de estas razones:
Violencia y tensión en el aula.
Elevado nivel de autoexigencia.
Pérdida de autoestima.
Desprestigio del rol.
Presión de los directivos y de cambios curriculares.
Falta de valoración de la profesión.
Exceso de horas de trabajo.
Creciente insatisfacción y cansancio por la tarea.
Ante estos sentimientos, algunos logran sobreponerse. Pero, a veces, el problema persiste, se agudiza y deviene esa sensación de “no doy más”. Es el comienzo del estrés.
¿Cuáles son los alertas?
Falta de concentración, fatiga intelectual y desgano.
Insomnio y agotamiento.
Querer estar a solas.
Falta de rendimiento intelectual y físico.
Angustia, depresión o tristeza.
Nerviosismo, ansiedad, impaciencia y malhumor ante situaciones insignificantes.
Acidez estomacal y alteraciones en la digestión.
Frecuentes dolores de cabeza.
Dificultades bronquiales.
Dolores de espalda, de garganta, contracturas, y tensión en hombros y cervicales.
¿Cómo superar el estrés?
Adoptar hábitos adecuados ayudará a prevenir el estrés antes de que se altere nuestra vida. Es muy importante proponernos metas a cumplir… ¡y cumplirlas!
Enfrentar las situaciones ubicando dónde está el problema.
Reflexionar sobre qué es lo que nos produce más enojo y preocupación.
Pensar en positivo y preguntarnos, entonces, qué es lo que nos alegra, y enfocar la vida y nuestros pensamientos hacia esa dirección.
Descansar todo lo que sea posible, y dejar de hacer lo que no es imprescindible.
Entender cuáles son los conflictos y cuánto depende de nosotros superarlos.
Saber pedir ayuda. Si aparecen las contracturas o nos despertamos pensando en el trabajo, hay signos de estrés.
Aumentar nuestra tolerancia a los conflictos permitirá controlar el punto de partida desde el cual se disparan.
Practicar regularmente un deporte ayuda a descargar la tensión y nos aleja de los problemas. Pero cuidado con llevar nuestros conflictos al gimnasio.
Dedicar el tiempo libre para hacer lo que nos guste: leer, escuchar música, visitar amigos, ir al cine, salir a pasear o a tomar algo.
Aprender a disfrutar cuando no hacemos nada, y entender que eso no significa “perder el tiempo”.
Controlar el cuerpo con ejercicios de relajación y de respiración.
Mejorar en lo posible la comunicación con los demás.
Administrar y planificar nuestro tiempo libre.
Editorial Kapelusz-norma
miércoles, 21 de noviembre de 2007
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